Era una noche oscura y fría en el cementerio de la pequeña aldea. Yo había ido a visitar la tumba de mis abuelos, como hacía cada año en el día de Todos los Santos. Me senté en el banco frente a la tumba y empecé a rezar una oración en silencio.
De repente, escuché un ruido a mis espaldas. Me di la vuelta rápidamente, pero no vi nada. Sin embargo, la sensación de inquietud no se fue. Decidí levantarme y dar un paseo por el cementerio para intentar despejar mi mente.
Mientras caminaba entre las tumbas, vi algo que me hizo detenerme en seco. Un búho estaba sentado en el lado derecho de una de las tumbas, con los ojos fijos en mí. Me quedé mirando al búho durante unos instantes, preguntándome qué hacía allí en plena noche. De repente, el búho extendió las alas y empezó a volar hacia mí.
Intenté echar a correr, pero mis piernas parecían de plomo. El búho se acercó a mí con unos poderosos batir de alas, y de repente me desperté en mi cama, sudoroso y temblando. Aunque intenté volver a dormir, no pude dejar de preguntarme qué habría sido aquello que había visto en el cementerio esa noche. ¿Era una señal de algún tipo o simplemente un sueño extraño? Nunca lo supe con certeza, pero desde entonces, cada vez que iba al cementerio, no podía evitar sentir una sensación de miedo y de peligro inminente.